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–Sabina cogió su cámara y Teresa se desnudó. Estaba ante Sabina desnuda y desarmada. Literalmente desarmada, es decir, sin la cámara con la que hasta hacía un momento se cubría la cara y apuntaba a Sabina como con un arma. Estaba entregada a la amante de Tomás. Aquella hermosa entrega la embriagaba. Deseaba que los instantes durante los cuales estaba desnuda ante ella, no acabaran nunca.–
La Insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.
Parece un cuadro esta última. ¡Qué bonito equilibrio entre luces y sombras y ¡qué bueno Kundera!
Tu lo has dicho….grande Kundera, que grandes escenas en ese pedazo de gran libro y que grandes y dramáticas situaciones se dan.
Gracias de nuevo y un saludete.