Anhelos de Boabdil
Es inequívoco, pasear por las calles de Granada tiene un encanto especial, por un momento entiendes a aquél último rey moro que llorando tuvo que entregar la ciudad a los cristianos, y quisieras vagar por sus rincones durante días y días.
Se respira cultura, arte, magia y sobretodo mucho duende, como dicen por allí.
Mucha calor, pero también mucha chicha.
Qué bueno! Ese mirador es mágico y muy genuino a pesar de estar tan explotado por el turismo. Respira autenticidad y tu foto también, con esa textura que da un rollo como setentero que cuadra tan bien con el Camaroncito que pillaste desgarrando las cuerdas de su guitarra!!! Olé!!
Lo has descrito a la perfección, el sitio y las sensaciones, eso es lo que se me quedó en la memoria…algo muy explotado con el turismo, pero por lo que no habría pasado el tiempo, podía haber estado hace veinte años, o dentro de diez, que lo hubiera visto de la misma manera.