El arbol que lloraba
Una vez más había sucedido, otro arbol de aquel inmenso jardín se había secado en metal de tanto llorar, de tanta pena, de tanta rabia contenida, de tanto dolor.
No eran muchos los que quedaban en pie, tras la extinción masiva de bestias, ahora las píceas, los alisos y algunos ciclamores eran los únicos vestigios de vida no humana.
Un escorzo muy bien resuelto.
Gracias Pedro, creo que además coincidimos en "esos otros gustos", amantes de la naturaleza y del medio que nos rodea.